30 de octubre de 2015
Lo que hace dos semanas parecía un objetivo loable, próximo y cabal nos lo presentan hoy como una especie de quimera alejada e innoble. Obviamente hablo de las dos horas y media de cortesía que en otras administraciones, y bajo distintos eufemismos, han rebajado el número de horas de trabajo presencial a sus empleados a treinta y cinco horas semanales. Lo que teníamos antes de la crisis y que era nuestro antes de la llegada del último gobierno de la nación.
La historia, creo, la conocemos todas y todos. Fieles a sus propias estructuras, parte de los sindicatos, decidieron olvidarse de las horas de cortesía y abrir otras demandas que, si bien es cierto que algunas son justas y perentorias -por ejemplo cambios de puestos por causa de salud-, otras eran el anhelo de quienes ven en el sindicalismo algo más allá y distinto de lo que yo entiendo que es la defensa de los intereses de la plantilla -por ejemplo el pacto de derechos sindicales-.
Con ello se llega a un acuerdo del que yo aún desconozco el todo -algunos de los que lo van a firmar parece que también- que recoge a la baja las reivindicaciones que se pedían inicialmente al margen de las horas de cortesía. Creo que del todo insuficiente después de ver lo que en otras administraciones se ha conseguido.
Pero si hay un hecho que me lleva a redactar el siguiente texto es la aparición de un dato. Quizás para justificar y defender el magro acuerdo se saca la cifra de los dos millones y medio de euros en que CCOO, CSIF y UGT parecen estimar el coste de la implantación de las dos horas y media de cortesía en el Ayuntamiento de Burgos. Si bien es culpa mía no saber de donde se saca esa valoración -pues estuve en la asamblea de estos sindicatos y no lo llegué a preguntar- me parece un dato utilizado con muy mala hostia. Arrojado directamente sobre los trabajadores, que solicitaban las treinta y cinco horas, con la única finalidad de callarles la boca. Y para ello no se duda en emplear los medios de comunicación para desautorizar la demanda de cara a la ciudadanía y, de paso, darse un barniz de sindicatos responsables.
Considero esto un error absoluto que no tardaremos en pagar. Pues este dato, aportado sindicalmente va a ser el cernícalo que va a sobrevolar nuestras cabezas en todas las ocasiones en que, las dos horas y media ahora o las treinta y cinco horas semanales mañana, se pongan sobre la mesa.
Por otra parte el dato, si es cierto, no me avergüenza. Pues he de entender que esos dos millones y medio se deben traducir, directamente, en creación de empleo, en los puestos de trabajo tan necesarios para los desempleados y tan necesarios, también, para las personas que trabajamos en la casa y que sufrimos sobrecarga de trabajo.
Dirán que la tasa de reposición impide contratar y que no hay tiempo para sacar a concurso, que la ley y todo dirán. Pero si no empezamos a apretar en ese sentido para que las cosas cambien todo se va a retrasar hasta quedarse, como este acuerdo, insuficiente.
Decía Bakúnin “Al buscar lo imposible el hombre siempre ha realizado y reconocido lo posible. Y aquellos que sabiamente se han limitado a lo que creían posible, jamás han dado un solo paso adelante”. Y aquí estamos, parados, esperando la firma.
Rubén de la Peña, desde la brigada
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